Y la belleza empieza por sentirse bien con una misma. Por eso, cuando mis clientas llegan a mí les ofrezco, además del tratamiento que necesitan, un rato para ellas, un olvidarse de su cotidianidad, un poco de mimos y de relax, porque mis clientas quieren sentirse mejor, y a mí me satisface ayudarlas. Y es que la madurez me ha enseñado que todas las edades son bonitas para ser vividas, porque en cada etapa los objetivos cambian: una boda, un bautizo, la comunión, la menopausia, el luto… y para mí es un privilegio poder acompañarlas en esos momentos tan especiales que marcan sus vidas, porque también marcan la mía. Y esta realidad tan bonita es posible gracias a mi equipo, las chicas con las que comparto mi día a día profesional; porque sin un equipo no puedes crecer, y gracias a ellas puedo hacerlo como profesional y como persona. Gracias a ellas y a mi familia: de mis padres heredé la fortaleza física y las ganas de trabajar, el espíritu de lucha y de sacrificio. Y ahora, que soy esposa y madre, toda esta riqueza se la estoy transmitiendo a mis hijos, porque todavía tienen mucho camino por recorrer y necesitan mi ayuda. Ellos y mi marido son el motor de mi vida y por quienes continúo luchando y esforzándome para dar lo mejor de mí.